Y en los callejones los bastardos mamaban el licor de los pechos de las prostitutas...
Qué demencial panorama...
¿Acaso alguien quisiera beber el ron tibio de los pezones?
Tímidamente levanté la mano y el reverendo dijo:
-Tapadle los ojos a los hijos de dios, que inspiren realidad y expiren padre nuestro.-
Mi cabeza dio una última y tímida mirada a aquellas bestias.
Yo quería.
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